CEDIE y sociedad: Espacio de Divulgación Científica a la Sociedad

Sexo: al principio somos todos iguales

Por Rodolfo Rey


* Figura: Freire, Ropelato & Rey. Maternal-Fetal and Neonatal Endocrinology. © 2019 Elsevier Inc. All rights reserved.

 

¿Sexo o género? ¿Binario o fluido? ¿Qué quieren decir, cómo y cuándo se definen en una persona? Hasta hace un tiempo “género” nos sonaba para las cosas (los sustantivos, los adjetivos) y “sexo”, para los seres vivos (las flores, los animales). Pero en los últimos años, la palabra “género” se ha instalado en la discusión de las cuestiones societales ¿Y qué lo distingue del “sexo” cuando nos referimos a femenino o masculino? En el ámbito biomédico, tiende a reservarse la palabra “sexo” para designar los aspectos biológicos del individuo: los ovarios son gónadas femeninas y los testículos, masculinas; los estrógenos son hormonas femeninas y los andrógenos, masculinas. En cambio, el género es un concepto psicosocial: es la percepción que tienen sobre alguien la sociedad o el individuo mismo. Una persona puede tener genitales masculinos, pero identificarse como mujer; eso se denomina identidad de género. Igualmente, de acuerdo con el aspecto, su forma de vestirse o comportarse, una persona puede tener un sexo biológico y ser percibida por la sociedad como del género opuesto; eso se conoce como rol de género. ¿El género debe ser binario, es decir existen sólo dos posibilidades fijas e inamovibles: femenino y masculino? El concepto de “fluidez” se refiere a la noción de que alguien pueda autopercibirse o ser percibido con un género en un momento y otro género en otro momento, o incluso ni uno ni otro, es decir ni varón ni mujer.

Si nos focalizamos en lo biológico aplicado al humano, el sexo cromosómico, el de las gónadas y el de los genitales es claramente binario. Por mucho, lo más frecuente en una persona con sexo cromosómico 46,XX –es decir que entre sus 46 cromosomas, tiene 2 cromosomas X– es que tenga gónadas femeninas (ovarios), genitales internos femeninos (útero y vagina) y genitales externos femeninos (clítoris y labios mayores y menores). Por su parte, una persona con sexo cromosómico 46,XY –es decir que tiene 1 cromosoma X y 1 cromosoma Y– tiene en la enorme mayoría de los casos gónadas masculinas (testículos), genitales internos masculinos (epidídimos, conductos deferentes, vesículas seminales y próstata) y genitales externos masculinos (pene y bolsas escrotales).

Sin embargo, esto no es así desde el principio. Durante las primeras etapas de la gestación, es imposible distinguir si los esbozos (o sea, los precursores) seguirán el camino masculino o femenino. En efecto, hasta la 6ª semana de la vida intrauterina, el aparato reproductor está conformado por las crestas gonadales, los conductos de Wolff y los conductos de Müller, el seno urogenital, el tubérculo genital y los repliegues labioescrotales; todos ellos son idénticos en los embriones XX y XY, incluso si se los observa al microscopio. Y lo interesante es que tanto las crestas gonadales como el seno urogenital, el tubérculo genital y los repliegues labioescrotales pueden diferenciarse tanto en sentido femenino como en sentido masculino. Los únicos que tienen un “sexo prefijado” son los conductos de Wolff y los conductos de Müller.

En la 7ª semana de la gestación, según que predomine la expresión de ciertos genes o de otros, las crestas gonadales se diferencian para formar testículos o para formar ovarios. Raramente el proceso se interrumpe –llamamos a eso disgenesia gonadal– o se forman los 2 tejidos –a lo cual denominamos ovotestis. Los testículos fetales normalmente producen andrógenos –el más abundante es la testosterona– y hormona antimülleriana (conocida por sus siglas en inglés, AMH). Los andrógenos hacen que los conductos de Wolff evolucionen para formar los epidídimos, conductos deferentes, vesículas seminales y la próstata, así como también provocan la evolución del tubérculo genital para formar el pene y los repliegues labioescrotales para formar las bolsas escrotales. Por su parte, la AMH provoca la involución de los conductos de Müller hasta su desaparición. En cambio, los ovarios no producen andrógenos ni AMH en forma significativa. Como consecuencia de ello, los conductos de Wolff involucionan y los conductos de Müller progresan y forman el útero y las trompas, así como la parte de la vagina. La falta de andrógenos hace que el tubérculo genital casi no crezca y forme el clítoris, mientras que los repliegues labioescrotales quedan separados y forman los labios mayores de la vulva.

Si bien lo descripto hasta aquí es lo que ocurre con mayor frecuencia, puede suceder que, por causas genéticas, se formen testículos en fetos 46,XX y así el recién nacido tenga genitales internos y externos masculinos. También puede ocurrir lo contrario, en fetos 46,XY las crestas gonadales no evolucionan hacia testículos y no producen andrógenos ni AMH, por lo cual la recién nacida tiene todos sus genitales internos y externos femeninos.

Sin duda, la biología del desarrollo tiene cosas apasionantes y podemos hacernos cientos de preguntas sobre los casos que evolucionan de manera típicamente binaria ¡Lo dejamos para una próxima comunicación!

Autor: Dr. Rodolfo Rey

Rodolfo Rey es investigador principal del CONICET y director del Centro de Investigaciones Endrocrinológicas “Dr. César Bergada” (CEDIE, CONICET-FEI-GCABA). Obtuvo su título de Médico en la Universidad Nacional de Rosario, y tiene un doctorado en la Universidad de Buenos Aires. Realizó además un máster en Endocrinología e Interacciones Celulares, en la Universidad París XI, Francia y una formación posdoctoral en la Unité de Recherches sur l’Endocrinlogie du Développement (INSERM) de la École Normale Supérieure, París.

Grupo: Fisiopatología y Clínica del Desarrollo Gonadal

Editores: Maria Noel Galardo, Patricia Pennisi, Ana Chiesa, Mariana Tellechea, Héctor Jasper

Consejo Editorial "CEDIE y Sociedad"

 

* Figura: Freire, Ropelato & Rey. Maternal-Fetal and Neonatal Endocrinology. © 2019 Elsevier Inc. All rights reserved.