Recordatorio del Dr. Hernán Mendilaharzu, ex integrante de la División de Endocrinología

Homenaje


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Recordatorio para el Dr. HERNÁN MENDILAHARZU, ex miembro del CEDIE y la División de Endocrinología, por Pedro Esteves

 

« Te conocí cuando llegué al Hospital de Niños Gutiérrez como residente rotante, entre 1976 y 78, y debo reconocer que, en las primeras semanas, tu estampa de porteño culto y endocrinólogo sabio me amedrentó un poco. Eran días de primavera lluviosa en Buenos Aires y te fuiste acercando a mi estado de ánimo, teñido por la nostalgia de los días azules de Mendoza, comentando el mal tiempo y haciendo chistes con ese humor un poco ácido y lleno de gracia que siempre tuviste.

Me contaste un día de un profesor de tu secundario, Adolfo Ruíz Díaz, conocido nuestro por entonces, que te había impactado fuertemente hacia las letras, y que había terminado en nuestra Alma Mater, la Universidad de Cuyo enseñando Literatura de alto vuelo. De él pasamos a conversar sobre José Donoso, escritor chileno que te gustaba mucho, y que conocí gracias a vos. Nuestras charlas fueron por esos tiempos una ensalada de cultura y endocrinología, historia y autores literarios.

En el transcurso de los meses en Buenos Aires, que compartimos, se fue tejiendo un clima de mutuo respeto y aprecio que no se ha dado con otros grandes amigos de la vida. Me impresionaba el dominio de la genética y la clínica endocrinológica que poseías, una de las herencias de tu estadía norteamericana con Gardner, y de la que hacías gala – con humildad - en los pases por las salas del “Gutiérrez” con los demás residentes.

Un tiempo más tarde, en las vísperas de nuestro viaje de becados en Alemania nos encontramos en la biblioteca del CEDIE, y de la charla amena -como siempre - me dejaste dos conceptos: “cuando te vas afuera con tu mujer, una de dos, o te unís para siempre o la cosa salta por los aires” y lo otro fue que me expresaste la profunda admiración por la obra de los músicos alemanes. Y es el día de hoy y los sigo disfrutando – en buena parte - gracias a vos.

Años después, ya instalados nosotros en Mendoza, pudimos invitarte a una semana de primavera para discutir enfermos en el Hospital Emilio Civit. Fue un deleite poder aprender de tu experiencia, caso a caso, y a la vez poder conocer a Gloria, a Andrés y Agustín, tu familia que te acompañó esos días de siembra.

Muchas ocasiones tuvimos – al margen de congresos y jornadas - para seguir adentrándonos en esa amistad mansa y grata, fortalecida por una corta estadía en nuestra casa, la que llamabas “tu quinta” de Vistalba, que la recordaremos siempre, y otras tantas ocasiones de charlas, matizadas con tu buen humor, siempre a flor de piel.

Tenías la habilidad poco usual de reírte de vos mismo, de la situación de nuestro país y creabas – sin intención - una atmósfera de comodidad compartida. Inolvidable eso que “los endocrinólogos pediatras vivíamos y comíamos gracias al seguimiento de los chicos en el percentilo 3 ”.

Siempre recordaremos tu “siempre lista” voluntad de ayudarnos a comprender los casos complejos que te hemos presentado y que gracias a eso pudieron ser resueltos y superados.

La coronación de nuestra amistad singular fue que nuestros hijos,  Agustín, Andrés  y nuestro Santiago, se hicieron grandes amigos al compartir la vocación y la pasión por el cine y las artes. Un día te lo confesé, que sentía que este era un regalo gigante e inesperado de la vida.

Te has ido de entre nosotros después de una enfermedad dolorosa de llevar para vos y los tuyos, pero nos dejaste tanto, querido Hernán, que no te irás por largo tiempo. Solo me resta darte las gracias: por el honor de ser tu amigo, por tu ejemplo de vida y por todo lo que sembraste día a día en quienes te acompañamos, de cerca y de lejos.

Que descanses en Paz. »


Pedro Esteves, Universidad Nacional de Cuyo

 


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